Matilda Joslyn Gage vivía en la calle East Genesee, en el extremo oeste de Fayetteville, en el estado de Nueva York.
Se trata de un tranquilo suburbio de la ciudad de Siracusa, que hoy revela poco del radicalismo que sacudió el corazón del estado de Nueva York en el siglo XIX, antes de extenderse por gran parte de Estados Unidos.
Abolicionistas, detractores de las bebidas alcohólicas, reformadores de prisiones, educadores progresistas y, sobre todo, defensores de los derechos de la mujer, fundaron o fomentaron importantes movimientos nacionales en esta área.
Tres mujeres del centro de Nueva York lideraron la Asociación Nacional de Sufragio Femenino (NWSA, por sus siglas en inglés), que fue fundada en 1869 y tenía como objetivo garantizar el derecho al voto de las mujeres.
Dos de ellas son nombres familiares para los estadounidenses: Elizabeth Cady Stanton, quien ayudó a organizar la primera convención de los derechos de la mujer en Estados Unidos en 1848; y la activista Susan B. Anthony, que atrajo la atención nacional cuando fue arrestada por votar en 1872.
Sin embargo, el rastro de la tercera, Matilda Joslyn Gage de Fayetteville, casi se perdió en el tiempo, probablemente porque fue la más radical de todas.
A diferencia de sus colegas más conocidos, Gage no solo se centró en el sufragio femenino. Promovió la defensa de los derechos humanos para todos los estadounidenses, incluidos los negros y los indígenas.
A diferencia de la mayoría de sus compañeras sufragistas, no dudó en atacar los cimientos de la sociedad estadounidense para promover su causa.
Condenada al ostracismo
En 1893, Gage publicó el libro “Mujer, Iglesia y Estado”, en el que argumentó enérgicamente que el cristianismo organizado había oprimido a las mujeres durante siglos.
Como resultado, muchas sufragistas la condenaron al ostracismo.
Sin embargo, cuando el libro fue reeditado en 1972, inspiró a toda una nueva generación de activistas.
En 1980, la filósofa Mary Daly citó a Gage como “una importante teórica e historiadora feminista radical cuyo trabajo escrito es indispensable para comprender el movimiento de mujeres actual”.
Daly no fue la única feminista del siglo XX inspirada por Gage. “[La periodista y activista] Gloria Steinem asegura que Matilda era la mujer que iba al frente de las mujeres que se adelantaron a su tiempo”, dijo Sally Roesch Wagner, fundadora y exdirectora ejecutiva de la Fundación Matilda Joslyn Gage.
La investigación de Wagner finalmente la llevó a Fayetteville, donde ella y un equipo de voluntarios recaudaron US$1 millón para comprar la casa de pilares blancos de Gage en la calle East Genesee y levantar la fundación y un museo.
“Mentira gigantesca”
Desde el principio, Wagner supo que quería crear un museo para honrar las tácticas poco convencionales y las ideas progresistas de Gage.
Por ejemplo, en 1870 Gage publicó un ensayo titulado “La mujer como inventora”, en el que sostenía que las mujeres inventaron el telescopio de aguas profundas y muchas otras innovaciones, pero rara vez recibieron elogios del público por sus creaciones.
En 1993, la historiadora de la ciencia Margaret Rossiter acuñó el término Efecto Matilda para describir la tendencia a disminuir, ignorar o desacreditar el trabajo de las mujeres científicas.
En 1876, Gage y Stanton coescribieron un documento llamado “Declaración de derechos de la mujer y acusación contra el gobierno de Estados Unidos”.
Argumentaron que el gobierno violaba la Constitución de múltiples maneras al negar a las mujeres el derecho a un jurado en el que pudieran participar otras mujeres (sólo los hombres podían servir como jurado) y someterlas al pago de impuestos sin tener representación política.
Gage, Anthony y un pequeño grupo de mujeres subieron al podio en la celebración del Centenario de Estados Unidos para presentar esa declaración al entonces vicepresidente del país, William A. Wheeler.
El truco atrajo atención a su causa y la declaración impulsó argumentos que finalmente llevarían a las mujeres a ganar el derecho a votar en 1920.
En otro acto, Gage blandió un megáfono en el puerto de Nueva York para protestar por la inauguración de la Estatua de la Libertad en 1886. Como las mujeres no podían votar en las elecciones nacionales, Gage y sus compañeras manifestantes vieron el símbolo femenino de la libertad como “una mentira gigantesca, una parodia y una burla”.
La que sostiene el cielo
Gran parte del trabajo de Gage dentro de la NWSA se llevó a cabo tras bastidores: organizar convenciones, escribir editoriales, editar periódicos sufragistas y hacer circular peticiones.
“Stanton y Susan B. Anthony eran más como estrellas de cine, que salían y daban conferencias. Matilda se quedaba en casa y hacía el trabajo real”, explicó Angelica Shirley Carpenter, autora del libro Born Criminal: Matilda Joslyn Gage, Radical Suffragist.
Carpenter señaló que Gage también ayudó a establecer muchos grupos NWSA locales y regionales, creando una estructura nacional sólida para la organización.
Aunque es mejor conocida por su papel en el movimiento por el sufragio femenino, el trabajo de Gage fue amplio.
En una era en la que muchos colonos blancos temían a los indígenas, Gage admiraba a los iroqueses, una confederación de nativos americanos que vivían en el estado de Nueva York.
En esta sociedad matriarcal, las mujeres obtenían la custodia de los hijos cuando las parejas se separaban y podían conservar todos los bienes que habían aportado al matrimonio, derechos que las mujeres no indígenas no tenían en Estados Unidos.
“Nunca fue la justicia más perfecta, nunca la civilización fue más alta”, escribió Gage sobre los iroqueses. En la década de 1890, el clan del lobo de los Mohawk (una nación indígena miembro de los iroqueses) la adoptó honorariamente y le dio el nombre de Ka-ron-ien-ha-wi (La que sostiene el cielo).
El maravilloso mago de Oz
En una de sus contribuciones más sorprendentes a la posteridad, Gage instó a su yerno, Lyam Frank Baum, a registrar las historias que le contaba a sus hijos, hasta que finalmente escribió “El maravilloso mago de Oz”.
Muchos aficionados de esta historia creen que los puntos de vista feministas de Gage influyeron fuertemente en ese clásico de la infancia, señalando que tanto Dorothy como la princesa Ozma (la gobernante de Oz en los libros posteriores de la serie de 14 volúmenes de Baum) son personajes femeninos fuertes.
“Definitivamente hay una gran conexión entre Oz y Matilda”, dijo Allison Lehr, gerente del Museo de Oz en Chittenango, Nueva York.
Gage murió en 1898 a la edad de 71 años y no vivió para ver la publicación de Oz.
Hoy los visitantes pueden aprender sobre ella en varios sitios de Nueva York, incluido el Salón Nacional de la Fama de la Mujer y el Parque Histórico Nacional de los Derechos de la Mujer, ambos en Seneca Falls.
Sin embargo, el Museo Gage explora sus ideas con mayor detalle.
Para honrar la vida de Gage, las salas individuales del museo rinden homenaje a su amplio legado.
La sala de los derechos de la mujer presenta una cronología de la historia feminista estadounidense. El salón de la familia Oz está decorado con fotografías de la familia Gage y recuerdos de Oz.
Cuando el Congreso aprobó la ley de esclavos fugitivos en 1850, que exigía que las personas anteriormente esclavizadas fueran devueltas a sus “dueños”, incluso si se encontraban en libertad, Gage firmó una petición en contra y hay evidencia de que su casa en Fayetteville era una parada del ferrocarril subterráneo.
Los nombres de numerosos activistas por la libertad que pasaron por Siracusa están pintados en el techo de la sala del ferrocarril subterráneo del museo.
La Fundación Gage también ejecuta varios programas diseñados para fomentar el debate y el pensamiento crítico. Ofrece excursiones a comunidades indígenas y otros sitios para ayudar a las niñas de secundaria a ver el mundo desde otras perspectivas.
Incluso el diseño del museo tiene como objetivo fomentar la libertad de expresión. Un letrero en la entrada dice: “Revise su dogma en la puerta. Manténgase abierto a nuevas ideas. Piense por sí mismo”.
Al final de mi día en el museo, visité la tumba de Gage.
Basándose en “Madre, hogar y cielo”, el título de una colección de poemas e historias piadosas del siglo XIX, el epitafio de Gage dice: “Hay una palabra más dulce que madre, hogar o cielo. Esa palabra es libertad”.
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