- Ronald Ávila-Claudio – @ronaldavilapr
- BBC News Mundo
Era 2004 y “Gasolina”, el primer hit internacional de Daddy Yankee, tomaba por asalto las pistas de baile, alcanzando los lugares más altos de las listas de éxitos.
El joven artista puertorriqueño iba en camino a convertirse en un ícono de la música latina con un reguetón, un nuevo estilo dentro del género urbano que por entonces empezaba a ganar popularidad.
A Daddy Yankee le seguirían una cofradía de intérpretes boricuas del mismo estilo musical, como Ivy Queen, Tego Calderón, Don Omar, Nicky Yam o Wisin y Yandel. Todos, al igual que Yankee, con un pasado humilde.
El origen del reguetón como lo conocemos hoy suele situarse en los barrios marginales de Puerto Rico.
Pero como señala Rodney Sebastián Clark Donalds, exproductor y locutor conocido como El Chombo, “el ADN del reguetón puertorriqueño viene de Panamá”.
Famoso por su serie de discos “Los Cuentos de la Cripta”, El Chombo señala que la base rítmica del reguetón que conocemos actualmente proviene del reggae en español panameño.
Ese género se hizo popular en Puerto Rico a principios de la década de los 90, cuando intérprete de Gasolina y los demás artistas experimentaban con el hip hop y el reguetón aún no tenía nombre.
Sin embargo, la historia del reggae en español, la de sus artífices y su contacto con la isla del encanto, comienza décadas antes, con la construcción de la obra de infraestructura más importante de Centroamérica: el Canal de Panamá.
Los diablos rojos
A lo largo de las décadas, a la Zona del Canal de Panamá -un territorio enclavado en el país centroamericano que consistía en el canal y las tierras, aguas y espacio aéreo circundantes que fue controlado por Estados Unidos entre 1903 y 1979- llegaron 100.000 inmigrantes jamaiquinos y de otras islas del Caribe.
En 1979, cuando el Canal y sus tierras pasaron a manos de Panamá, muchos de esos migrantes quedaron sin trabajo, por lo que tuvieron que desplazarse a otras áreas del territorio panameño.
En el barrio de Río Abajo, en Ciudad de Panamá, jóvenes de ascendencia caribeña que habían vivido en la Zona del Canal comenzaron a traducir canciones del dancehall – un género musical jamaiquino que se originó a partir del reggae– al español y el patois, un dialecto de la isla caribeña proveniente del inglés y varias lenguas africanas.
Entre estos había tres artistas que El Chombo considera trascendentales para lo que más tarde fue el reguetón: Leonardo “Renato” Audler (1961), Edgardo “El General” Franco (1969) y Fernando “Nando Boom” Browm (1970).
“La base rítmica del 85% del reguetón, para no decir 100%, porque hay excepciones, deriva de los patrones rítmicos del dancehall“, sostiene.
Con el ánimo de darse a conocer, en un momento en el que no existían las plataformas digitales, a estos panameños se les ocurrió grabar sus creaciones en casetes y venderlos a los conductores de los Diablos Rojos.
De colores pintorescos y repletos de dibujos, los Diablos Rojos eran autobuses de origen estadounidense que se convirtieron en un popular sistema de transporte privado en Panamá en los años 70. Eran conocidos porque sus conductores no tenían una ruta clara y manejaban de forma temeraria.
“Ellos tenían este enorme equipo (de música) en el bus, era como si hubiera una fiesta”, le contó Renato Audler al podcast Loud de Spotify.
“Se volvió tan famosa (la música) porque (los Diablos Rojos) eran como una estación de radio”, agregó.
Los conductores pedían a los artistas canciones personalizadas. Los casetes, con temas que hablaban de la vida en el barrio, también eran adquiridos por los clientes de los autobuses.
Hasta que un día llegó la fama, primero llamando a la puerta de Renato. Luego de grabar varios sencillos que se popularizaron en Panamá, logró un hit: “La chica de los ojos café”.
La canción de 1985, una composición inspirada en una telenovela que se transmitía en Panamá, se convirtió en el primer éxito internacional dereggae en español, siendo versionado por artistas de otros géneros, como el merengue y el rock.
Años después, pero en un lugar lejano a Centroamérica, El General y Nando Boom grabaron canciones que también alcanzarían el éxito.
El dembow
Edgardo Franco, llamado El General por su talento para la improvisación, llegó a Nueva York en 1985 con la idea de realizar estudios de contabilidad.
Un año después, su cuñado Nando Boom lo convenció de entrar nuevamente a la música.
Franco actuaba en los clubs de la ciudad como un pasatiempo, hasta que en 1990 grabó “Tu pun pun”, un sencillo que se convirtió en el primer tema de reggae en español en sonar en la radio estadounidense.
Con otros temas como “Muévelo”, “El caramelo” y “Boriqua Anthem” vendió miles de copias, hasta que se retiró de la música e ingresó a los Testigos de Jehová.
Para ese momento, ninguno había hecho propiamente un “reguetón”.
“El General es muy importante para la historia del género urbano, pero no hacía reguetón”, cuenta Pablito Wilson, periodista argentino radicado en Colombia y autor del libro “Reggaetón: una revolución latina”.
Wilson añade que la base rítmica de estos artistas continuó siendo fiel a la del dancehall jamaiquino, hasta que una canción lo cambió todo.
“La primera persona que se monta en un ritmo de dembow, al estilo reguetonero como lo conocemos hoy, fue el cuñado de El General, Nando Boom”, asegura.
Lo hizo con una canción titulada “Ellos benia (dembow)”, que versiona un tema de letras homófobas titulado precisamente “Dembow”, y que era interpretado por el jamaiquino Shabba Ranks, cuenta El Chombo.
“Yo lo llamo el tumpa, tumpa”, dice El Chombo para ejemplificar el ritmo de la canción de Nando Boom que fue la base de muchos otros temas que incluyeron el ritmo que se conoció como dembow, sobre todo en Puerto Rico, donde los artistas locales la transformaron, dándole el nombre de reguetón.
Una música clandestina
Mientras el reggae en español se movía por el continente, en una discoteca conocida como The Noise, en San Juan de Puerto Rico, se popularizaba el underground, una suerte de hip hop en español con letras hipersexuales que relataba la violencia en las comunidades marginales de la isla.
Recibió ese nombre por su carácter clandestino, pues al principio fue censurado y perseguido por el gobierno y la policía local.
El club, que era propiedad de Félix Rodríguez, mejor conocido como DJ Negro, funcionaba sin tener todos los permisos, por lo que fue cerrado en varias ocasiones.
A principios de la década de los 90, era el único lugar en la isla en donde se celebraban presentaciones de underground. Fue el primer escenario para Daddy Yankee e Ivy Queen.
Y Negro, junto a otros DJs de la época, se convirtió en uno de los primeros productores del género, grabando a quienes se presentaban en su discoteca.
A The Noise llegó la música de los exponentes panameños, y los boricuas comenzaron a cantar sobre ella, pero “con su propio sabor”, según dice El Chombo.
El reguetón “es una sopa de muchos ingredientes”, asegura Patricia Velázquez, codirectora de Hasta Bajo Project, una ONG puertorriqueña que se dedica a preservar la historia del género urbano.
“El dancehall por supuesto que influyó”, añade su compañera codirectora Ashley Oliva.
Los artistas puertorriqueños cantaban sobre las experiencias de sus vidas en zonas marginales, algo que “viene tanto del reggae como del hip hop“, señala Oliva.
“Sucede una simultaneidad en la creación de las diferentes músicas que luego se convierten en reguetón”, dice por su parte Velázquez, quien agrega que, a lo largo de sus tres décadas de existencia el reguetón se destaca por ser un género “transcultural”.
El “tumpa, tumpa”, ese ritmo amado por tantos y odiado por muchos otros que comenzó con la canción del panameño Nando Boom, se transformó en Puerto Rico en reguetón.
Y ahora es un ritmo universal que se combina, de la mano de artistas contemporáneos como Bad Bunny, Rosalía o Peso Pluma, con una infinidad de sonidos y géneros, como la cumbia, el regional mexicano y el flamenco.
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